“Donde está el uno, está el otro”
La evolución de la terapia de pareja ha pasado del trabajo individual y el divorcio como un proceso más en el desarrollo del proceso personal, a la apuesta por la mutualidad: que cada uno gane para que gane la relación.
La implicación fundamental de esta concepción para la intervención, es que el cliente es la relación. Nos emparejamos porque buscamos seguridad y ser valiosos para nuestra pareja, importantes y visibles. El papel principal de un compañero es cuidar bien del otro, y la única manera de hacer que esto funcione es que sea recíproco. ¿Cómo? Convirtiéndose en experto del otro. Sólo así nadie saldrá perdiendo… No se trata de vivir a través del otro o para el otro, sino de construir mutuamente una membrana que mantiene unida a la pareja que la protege de elementos externos. Esta Burbuja supone colocar el bienestar de tu pareja primero. El sostén más poderoso que existe, es saber que una persona está interesada en nosotros y que nos cuide.
Una buena relación de pareja no sólo funciona como un factor de protección de mortalidad, sino que funciona como un verdadero ansiolítico. La relación de pareja es una relación de apego y tiene que ser segura, ya que es confirmadora de la identidad biopsicosocial del otro. Este enfoque considera con especial atención cómo el cerebro influye en las interacciones de pareja así como la importancia del apego para vincularnos.